Pascual Abaj representa una familia realizando un ritual maya tradicional en un sitio sagrado prehispánico. Muchos artistas han pintado algunos rituales que se realizan allí, porque Pascual Abaj es el sitio prehispánico más reconocido de los que todavía están en uso. Esta versión es notable porque, en un nivel más profundo, muestra la relación de los mayas a la cultura española y la religión católica durante los quinientos años pasados desde la Invasión.
Escondido por la oscuridad de la madrugada, la familia llega a una colina boscosa afuera del pueblo Chichicastenango. Van a realizar un ritual pidiendo un favor—quizás una buena cosecha, la buena salud, o tal vez el éxito en algún esfuerzo que están a punto de comenzar. Presentan un pollo sacrificial, y han encendido velas. También llevan una cesta de grano, probablemente maíz. Quizás quieren bendecir el maíz por la siembra, o dedicarlo como ofrenda al espíritu de la piedra. La oscuridad del bosque se rompe por la fachada blanca pura de la iglesia católica, sentado portentosamente detrás de la pequeña reunión.
El contraste es llamativo, entre la iglesia bañada por una luz brillante en el centro del pueblo, y el ritual sagrado maya escondido por noche en un bosque en las afueras del pueblo. Este marcado contraste sirve para ilustrar la relación entre la Iglesia Católica y los mayas. La invasión católica nunca pudo erradicar la cultura maya, que se practicó en secreto durante siglos. Hoy día los mayas continúan practicando sus costumbres y enseñando su historia y su mitología prehispánicas. El acto de realizar un ritual maya demuestra lo que Roberto Carlsen llama “resistencia pasiva contra la cultura ocupante.” Por su acción de resistencia, los mayas han logrado preservar su cultura y su religión.