Los mayas cultivan su propio maíz que se convertirá en las tortillas que comen diariamente. Tienen una conexión profunda con la Madre Tierra, y piensan en la tierra como un ser vivo. A menudo se escucha a los mayas decir «Ruk’ux ulew,» que se traduce como «corazón de la tierra.» La Tierra, y todo lo que hay en ella, es sagrada para los mayas.
Aquí Paula Nicho Cúmez personifica a la Madre Tierra, representándola como una mujer vestida con el huipil de San Juan Comalapa, el pueblo maya donde vive Paula. Vemos a la Madre Tierra protegiendo no solo la ciudad, sino también abrazando las dos montañas cercanas. Paula personifica estas dos montañas, dándoles rostros de sabios ancianos. En las dos montañas Paula ha pintado pájaros estilizados que se encuentran en los tejidos mayas, como los pájaros en el huipil de la Madre Tierra. Hay también el exótico quetzal, el pájaro simbólico de Guatemala, que ahora está en peligro de extinción. Las montañas en el fondo también están cubiertas con diseños encontrados en tejidos mayas; sin embargo, esos diseños son más sutiles que los de las montañas en primer plano. En otra pintura, Paula refiere al simbolismo de las montañas cubiertas de tejidos como el «canto de la naturaleza».
Los mayas han vivido durante siglos en armonía con la naturaleza. En las últimas décadas, los jóvenes han sido testigos de los problemas que han traído a sus pueblos la proliferación de plaguicidas y plásticos. Estos jóvenes ahora están en la vanguardia de la preservación de las costumbres ancestrales al tratar de vivir en armonía con la naturaleza, como muestra esta pintura.